Esta actitud sobrada, la tonta presunción de estar de vuelta de todas las cosas, es un defecto típico de los países nuevos ricos como el nuestro, en donde hemos pasado en un abrir y cerrar de ojos del más rancio provincianismo a creernos los más avanzados del planeta. Y esta pátina de modernidad, apenas más profunda que una capa de maquillaje, ha hecho que hablar hoy de machismo o de feminismo parezca trasnochado, algo nada in. Si antes, cuando éramos antiguos y pobres, éramos machistas, ahora, ricos y desarrollados, ya no lo somos. Hemos dejado el sexismo atrás junto con las demás rémoras del franquismo. Ese parece ser el silogismo. Y lo malo es que en esta trampa caemos muchos. Veo a multitud de hombres que ni se plantean más lo del sexismo porque, afortunadamente, "eso ya está superado"; y veo a infinidad de mujeres desorientadas que no se atreven a considerarse feministas por miedo a que se mofen de ellas. Sin duda los excesos de lo políticamente correcto han contribuido a la confusión. Y así, tener que repetir a cada instante "todos y todas" o "ciudadanos y ciudadanas", por ejemplo, rompe los nervios y la salud mental del más templado. Pero eso no significa que no siga existiendo el sexismo, que, por cierto, también puede ser ejercido por mujeres. Resumiendo: decir "miembros y miembras" es una papanatez. Y decir "la señorita Trini" es de un machismo zafio e innegable. Rosa Montero El País (12.10.2010) |
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