viernes, 22 de octubre de 2010

Guillermo Fariñas, premio Sajarov a la libertad de conciencia


El Parlamento Europeo ha decidido conceder el Premio Sajarov a la libertad de conciencia al disidente cubano Guillermo Fariñas, de 48 años, uno de los más conocidos opositores al régimen de La Habana y que ha pasado más de 11 años en la cárcel. La decisión la han tomado los presidentes de los grupos parlamentarios y la anunciará oficialmente en el pleno el presidente de la Eurocámara, Jerzy Buzek, informaron fuentes del PE.
La candidatura de Fariñas ha sido promovida por el Partido Popular Europeo y el grupo Conservadores y Reformistas Europeos, al considerar que su combate "es y seguirá siendo un ejemplo para todas las personas que luchan por las libertades y la democracia", en palabras del eurodiputado del PP José Ignacio Salafranca.

Guillermo Fariñas, doctor en psicología y periodista, ha llevado a cabo 23 huelgas de hambre a lo largo de su vida para protestar contra la censura y la violación de los Derechos Humanos en Cuba. La última la inició en febrero de este año tras la muerte de otro disidente, Orlando Zapata, una huelga que estuvo a punto de costarle la vida y a la que puso fin 135 días después, tras el anuncio de la liberación de 52 presos políticos en Cuba gracias a la mediación de la Iglesia Católica.

Los otros dos candidatos que optaban al galardón que otorga cada año la Eurocámara eran la ONG israelí Breaking the Silence y la líder opositora etíope Birtukan Mideksa. El premio está dotado con 50.000 euros y se entregará en una ceremonia durante el pleno que tendrá lugar el 15 de diciembre en Estrasburgo.

El Parlamento Europeo concede anualmente el premio Sajarov a la libertad de conciencia desde 1988 a personas u organizaciones que se hayan distinguido por su lucha contra la injusticia y la opresión en el mundo.

 DESDE HABLARSINTAPUJOS NOS FELICITAMOS POR LA CONCESIÓN DE ESTE PREMIO A GUILLERMO FARIÑAS. A CONTINUACIÓN REPRODUCIMOS UN ARTÍCULO DE JON JUARISTI SOBRE EL RACISMO Y LA IZQUIERDA

 Blanqueos (Jon Juaristi)

EL antropólogo Benedict Anderson, en un ensayo ya canónico sobre los nacionalismos (Comunidades imaginadas), caracteriza a los movimientos emancipadores de la América hispánica y de Filipinas como los grandes clásicos del género. Más que en la independencia de las colonias inglesas de América del Norte o que en la Revolución Francesa, fue, según Anderson, en la escalonada formación de las repúblicas hispanoamericanas, entre 1810 y 1898, donde el nacionalismo moderno adquirió su plena y exportable identidad. De hecho, sólo en ellas se produjo, desde el momento insurreccional, la fusión imaginaria de toda la variedad étnica del mundo colonial en comunidades jerarquizadas. Los criollos pusieron los cuadros dirigentes; los mestizos, la carne de cañón, y los indios, el simbolismo victimista, ya fuera éste tomado de la catástrofe que supuso la conquista española para los imperios autóctonos de los Andes y Mesoamérica, de las diversas formas de servidumbre instituidas por los vencedores o de las escasas y frustradas rebeliones indígenas. Tanto en la emancipación como en la elaboración de las simbologías nacionales, los descendientes de los esclavos africanos contaron muy poco. Todavía hoy, en Cuba (nada menos), mandan los de cepa gallega. Negros y mulatos ponen el son y las huelgas de hambre.

El Che -no es ningún secreto- despreciaba a sus camaradas de piel oscura. Aquí, la izquierda, cuando le conviene, hace como que no se entera de estos aspectos de las idiosincrasias revolucionarias o sencillamente nacionales de las repúblicas hermanas. Recuerdo que, en los ochenta, los progres estigmatizaban como quinta columna del imperialismo yanqui a los indios misquitos del río Coco, en Nicaragua, o, sin salir del país, a las comunidades negras anglófonas de la costa del Caribe. Y se quedaban tan anchos, porque los sandinistas eran blancos, como ellos mismos. Pero no es achaque de ayer por la tarde. Por ejemplo, el exilio republicano español o, mejor dicho, las organizaciones que controlaron su reparto por los países de América (organizaciones en manos de las dos facciones enfrentadas del PSOE, la de Prieto y la de Negrín) fueron deliberadamente ciegas y mudas ante la condición criminal de alguno de los gobiernos anfitriones -no necesariamente de izquierdas-, y si tal actitud pudo ser comprensible en tiempos de búsqueda desesperada de una solución para cientos de miles de refugiados, resulta ridículo el esfuerzo por maquillar, desde el presente, las irresponsabilidades de antaño. Así, por ejemplo, leo en el catálogo de una exposición de las muchas organizadas por el gobierno de Rodríguez sobre el exilio que Trujillo abrió las puertas a los exiliados españoles «para mejorar la imagen dictatorial» de su régimen. Pero Trujillo no necesitaba mejorar su imagen. Como dictador y asesino, era impecable, y hasta se permitió secuestrar en Nueva York al único refugiado que le salió rana, el nacionalista vasco Jesús Galíndez, con la seguridad de que la fechoría iba a quedar impune. Lo que Trujillo pretendía al acoger a los republicanos era blanquear la población, algo de lo que Prieto y Negrín eran perfectamente conscientes.

O sea, que los insultos de los Toledo y Bosé a los heroicos disidentes cubanos Zapata y Fariñas, así como las inhibiciones de Rodríguez y Moratinos, se explican desde esa mentalidad implícita que establece que los negros y mulatos, si no ejercen de cantantes, santeros o chivatos de barrio, caen fatalmente en la delincuencia. En cuanto a Lula da Silva, véase lo ya dicho sobre el Che y el racismo criollo en general.

Jon Juaristi, ABC, 14/3/2010

1 comentario:

  1. Si, yo también me alegro del premio, pero es triste por lo que ha tenido que pasar, una persona que lucha así no merece eso, pero la gente no hace nada, ni siquiera llega a darse cuenta de nada...
    Ya te he agregado a mis blogs, un saludo

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