lunes, 21 de junio de 2010

El verdadero Bono: de modesto abogado laboralista a amante del dinero y la 'jet'

Han pasado ya más de 33 años, pero José Bono jamás olvidará la mañana de aquel 24 de enero de 1977, cuando tres abogados laboralistas de CCOO, un estudiante de Derecho y un auxiliar administrativo fueron asesinados brutalmente por activistas de extrema derecha en un despacho situado en el número 55 de la calle de Atocha, en Madrid. No lo olvidará, entre otras razones, porque aquel salvaje atentado llevó a la balbuciente Transición a uno de sus momentos más críticos y a punto estuvo de provocar su naufragio; pero, sobre todo, porque el hoy presidente del Congreso, entonces también letrado, como las víctimas, defendió a la familia de una de ellas, Luis Javier Benavides, en el tenso juicio que siguió a la matanza.
¿Queda algún resto de aquel abogado joven, luchador e idealista en el político sediento de poder, súbitamente enriquecido y frecuentador de millonarios de todo pelaje y personajes de la jet? El pasado enero, dos meses antes de que las primeras vergüenzas de su fabuloso -y sospechoso- patrimonio personal quedasen al descubierto, Bono acudió al acto de homenaje a las cinco víctimas de la matanza de Atocha celebrado en la sede central de CCOO. Y allí aseguró que el asesinado Benavides, a cuya familia representó en el juicio como uno de los ocho abogados de la acusación particular, "tenía muchas identidades: fue comunista, de CCOO, cristiano, hijo de un registrador de la propiedad y nieto de un general franquista, y se puso del lado de la verdadera causa de la política. Fue uno de los que lucharon por la libertad y la igualdad".
¿Reconocería hoy el difunto Benavides a su abogado defensor -que logró para los instigadores y autores de la matanza, entre ellos José Fernández Cerrá y Carlos García Juliá, penas de casi 200 años de cárcel- en el Bono bon vivant que ha logrado amasar en un tiempo record un patrimonio prácticamente inalcanzable para un servidor público? El ex presidente de Castilla-La Mancha, a diferencia del abogado asesinado, nunca fue comunista ni militante de CCOO; pero sí comparte con aquél la fe cristiana -aunque su precoz vocación sacerdotal acabó malográndose- y sus raíces franquistas: el padre del presidente del Congreso fue falangista y alcalde/cacique de Salobre (Albacete), el pueblo natal de Bono. Pero tal vez ahí acaben las afinidades entre el abogado laboralista de la calle Atocha y el político repentinamente millonario.
Ricos y famosos .

Porque Benavides, muy probablemente, se hubiera sentido francamente incómodo con personajes como el constructor Francisco Hernando, El Pocero; el empresario Rafael Santamaría; el magnate del imperio Inditex, Amancio Ortega; la hija de éste, María Ortega; la hija de Carolina de Mónaco, Carlota Casiraghi, o el hijo de la Duquesa de AlbaCayetano Martínez de Irujo. Con todos ellos -y muchos más conspicuos habitantes del universo de la jet y el famoseo- ha compartido Bono en los últimos años distendidas jornadas de lujo y camaradería en su más que rentable hípica de Toledo -montada en 2001 no sólo para ganar dinero, sino para satisfacer el capricho de su hijo José Bono Rodríguez, que abandonó prematuramente los estudios para convertirse en jinete profesional- y en otros escenarios aún más glamourosos.
La esposa de Bono, Ana Rodríguez Mosquera, no ha sido ajena al ascenso social de la familia, sino más bien una activa protagonista. Cuando aquél presidía la Junta de Castilla-La Mancha, su mujer no pasaba de mileurista con su modesto trabajo en las oficinas de la sede local del PSOE. En 2002, apenas un año antes de abrir su primera franquicia de la joyería Tous, declaró un salario de 12.984 euros anuales. El saldo medio de sus cuentas bancarias (Banco Popular, La Caixa, Caja Rural) era de 5.816 euros.
La sociedad Bono-Rodríguez ha funcionado desde entonces como un talismán para los negocios. A partir de la primera tienda de Tous en Toledo, que más tarde tuvo que cerrar, Ana consiguió abrir franquicias en Albacete, Talavera, en dos centros comerciales de Madrid y en uno de Toledo. Además, la marca catalana la eligió como imagen para promocionar y representar sus productos junto a figuras como Eugenia Martínez de Irujo. Una decisión en la que parece haber pesado más la repercusión de los cargos políticos de su marido, y la mediática boda de una de sus hijas, que su experiencia como administrativa en el PSOE manchego.

Encumbramiento social

Precisamente, la boda de su hija Amelia Bono significó en 2008 el encumbramiento social de la familia. Bono había regresado a la política para ocupar la Presidencia del Congreso y la Hípica Almenara iba viento en popa, al igual que los negocios de su mujer. Ese verano, sólo una ceremonia pudo competir en las páginas rosa con la boda de Belén Esteban: el enlace entre Amelia y Manuel Martos, hijo del cantante Raphael y la aristócrata Natalia Figueroa. 
La celebración tuvo lugar en El Cigarral del Santo Ángel de Toledo y corrió a cargo de Beatriz Hoteles, empresa patrocinadora de la hípica de Bono. Y lo que se anunció como una boda íntima se convirtió en una fiesta para 700 invitados procedentes de la política, la empresa privada y el mundo del espectáculo. Entre los más destacados, María Teresa Fernández de la Vega, Pedro J. Ramírez y Agatha Ruiz de la Prada, Alberto Ruiz-Gallardón, David Bisbal, Genoveva Casanova, Alfredo Pérez Rubalcaba, Carmen Calvo, Carlos Iturgaiz, Alberto Saiz, Luis María Ansón, Juan Pedro Hernández Moltó, María Teresa Campos, el matrimonio Tous, Lina Morgan, Paloma San Basilio, Carlos Baute o José Luis Perales.  

Para regocijo de los Bono, todos acudieron puntualmente a la llamada del que fuera abogado laboralista, y dieron buena cuenta del bogavante, el solomillo de ternera o el saquito de chocolate blanco con tocino de cielo y crema de queso con piñones. Pero también hubo quien alertó de que el político socialista podía haber pecado de la misma arrogancia que José María Aznar con la boda de El Escorial.

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