Paco Reyero - 17/05/2010
Sin pretenderlo, ZP ha entrado en las oficinas públicas como un cuerpo policial –sugiramos una imagen, Chicago años 20–, que se decide a desmontar una gran timba. Con este repentino descubrimiento, ha parecido que en lugar de probos funcionarios había un hábitat de sótanos clandestinos, con millones de trabajadores ociosos e irascibles, capaces de convertir su vida en un tour de interiores: del café al cigarrillo, del desayuno a la baja, del asunto propio a la vacación. El estereotipo del especulador, nos queda lejos, pero, por decirlo con palabras de vecindona, «todo el mundo tiene un cuñado funcionario». Por la observación directa, y por la envidia, ha calado la imagen de un ser puro quien, exento del pecado original, pasa del útero materno a aprobar un examen de acceso, de ahí al serrallo del trabajo y cuando se acaba todo, el Gobierno lo pasaporta al cielo porque lo ha consolidado por antigüedad. Los funcionarios son, en esencia, gente que libremente ha decidido envejecer, empeñando años por sueldo. Reducir salarios públicos sin más es como llevar al Rastro los cuadros del Prado para combatir el déficit. El Gobierno tendría que reinventar España para salvarse, reconducir el actual marco de las «Autonomías como Estado» al originario «Estado de las Autonomías» y sí, entre otras cosas, hacer de los funcionarios que queden verdaderos servidores públicos.
Noticia enviada por David G-M
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Uno trabajando y los demás mirando.
ResponderEliminarMe recuerda a aquella historia de los remeros...
Un funcionario es un ciudadano que trabaja para todos los españoles: Cumplir y hacer cumplir la Constitución como norma básica del Estado.
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