En medio del temporal no es bueno cambiar la tripulación. Pero esa advertencia no debe hacer olvidar que, fiel a sí mismo, el presidente Zapatero ha evitado todo reconocimiento de la propia responsabilidad en lo ocurrido. La asignación de la autoría del recorte al ultimátum exterior le permite afirmar que se trató de una decisión dolorosa, ajena a sus convicciones. "Le ha costado mucho", explica José Blanco. Ojeras, vestido de oscuro, gesto grave. Compasión/severidad. Obama le consuela ingresando en la Alianza de Civilizaciones.
Como representación, no está mal. Solo que tal actitud resulta censurable, porque ha faltado algo fundamental: una explicación abierta a la opinión de las causas del fracaso y de las dimensiones de la actual caída de la economía española ¿Para qué está TVE? Por supuesto nadie ignora la incidencia de la crisis internacional, ni que fueron las instancias internacionales quienes forzaron el recorte. Pero resulta penoso tener que acudir a la lectura de este diario para apreciar la profundidad de nuestra sima, bordeando un "periodo especial". El discurso oficial se refugia en generalidades y en que toda Europa sufre y recorta lo mismo. Falso.
Además, si hemos llegado a ese punto, y con unas dimensiones tales que la situación española se convirtió en la principal amenaza para Europa, es porque desde hace dos años el Gobierno siguió una política económica que estuvo basada en la negativa a reconocer el alcance de nuestra crisis. Confió inútilmente en que llegara el tirón europeo e ignoró la primera de las cuatro reglas al asumir un crecimiento suicida del déficit. No se trató de errores parciales, sino de impericia, agravada por la práctica de una manipulación informativa que se manifestó desde el momento en que Zapatero decreta la inexistencia de la crisis en la primavera de 2008 e impone esa inexistencia a los suyos: recuerdo aún hace dos años en televisión a un profesor de probada lealtad, hoy cargo socialista madrileño, negando con insufrible prepotencia que pudiera hablarse de crisis y menos de recesión. Argumentario manda.
Un repaso a las declaraciones de Zapatero lo dice todo, desde la marcha triunfal de enero 2008 -después de la crisis del ladrillo-, cuando se vanagloriaba del sorpasso económico a Italia y esperaba alcanzar pronto a Alemania, siguiendo con la cascada de augurios optimistas, engañosos e infundados, para terminar con el coche eléctrico. Ese es ZP.
Hace tiempo que le dediqué dos artículos de títulos contradictorios: La insoportable levedad de un presidente y El bulldog (apelativo made in Suso de Toro). Ambas caracterizaciones siguen siendo válidas. Elegida una opción, con frecuencia de forma poco reflexiva, Zapatero traza una línea política que sobrevuela la realidad, la justifica con palabras seguras, se niega a considerar todo elemento negativo por importante que sea, y la mantiene a toda costa, salvo que una variable externa se lo impida (intransigencia de ETA en el "proceso de paz", Merkel-Obama ahora). Del bulldog destaca el empecinamiento al aferrar la presa, también la mala vista. Encubrir es otra cosa: veremos cuánto resulta "el cinco por ciento" funcionarial. Algo anticipó José Blanco... en La noria, para desdramatizar. Siempre maniobras.
Desde la "desaceleración" de 2008 hasta hoy Zapatero acumula medidas a borbotones, ahora una por semana, sin abordar nunca una visión de conjunto. Busca la línea de menor resistencia, funcionarios y pensionistas: ante el rechazo sindical, olvida la jubilación. Hasta ahora intocables las mayores rentas, caerán como otro parche imprescindible y para repintar la fachada progresista. Los bancos, felices en todo el proceso. ZP no piensa ni hace cuentas, decide. Ni socialdemocracia ni racionalización. Queda su gran habilidad para la maniobra. También la coraza de disciplina impuesta sobre el PSOE. Sustituirle será casi misión imposible. La defensa del propio liderazgo es para Zapatero un fin esencial, su fin.
En el PP se habla de elecciones, ahora indeseables. Sugerencia utópica: el PSOE ha de plantearse, en cuanto amaine, el relevo en el vértice. Una gestión equilibrada de la crisis, y los intereses del partido, de la izquierda, del país, no deben ser sacrificados a la ciega confianza en sí mismo de quien tanto yerra. Así como la debilidad de Rajoy es el pilar de la supervivencia de Zapatero, la obstinación de este abre la puerta a un PP que se distancia del conservadurismo eurooccidental por su complacencia en la propia corrupción, la tosquedad y unilateralidad de sus planteamientos económicos y, en fin, por la mentalidad agresiva exhibida tanto al ejercer la oposición como en la sórdida partida de caza al juez Garzón. ¿Qué hacer?
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