La revolución que se hizo para mejorar el país ha terminado por acabar con todo
A varios meses de una nueva ola represiva por parte del régimen castrista, del asesinato de Orlando Zapata Tamayo, a siete años de la Primavera Negra, y a dos años y medio de una sucesión dinástico-fascista, nada ha cambiado en la isla de los hermanos Castro.
Para aquellos que se hicieron ilusiones con el hombre que ordenó y ejecutó fusilamientos masivos desde enero de 1959, con Raúl Castro, el fiasco ha sido notable.
El panorama de la disidencia interna resulta cada vez más enrevesado a causa de la gran cantidad de espías que penetran las organizaciones opositoras; disfrazados de periodistas independientes y de blogueros, son pagados por espiar y consiguen dividir y desestabilizar a los verdaderos disidentes. Sin embargo, cada vez deben redoblar el esfuerzo, porque cada vez se les enfrenta más gente.
Las Damas de Blanco declararon que no aceptarán la propuesta de mejoramientos de las condiciones de los presos políticos. Además, se niegan a que se prohíba a las Damas de Apoyo marchar junto a ellas.
Los mismos presos políticos tampoco están de acuerdo con que se merme el movimiento cada vez más creciente de mujeres que protestan y reclaman la libertad de todos los presos de conciencia. Bertha Soler, esposa de Ángel Moya, afirmó que marcharán hasta la liberación del último preso.
Sin embargo, la Iglesia no ha sido tan clara, seguramente porque no puede serlo. A estas alturas, los representantes de la dictadura y Raúl Castro en persona no han dado ninguna respuesta positiva y real que aliente la esperanza de que se produzcan estas liberaciones.
Supongo que el general está ganando tiempo. Irá entreteniendo a los presos, a sus familiares, pero sobre todo a la Iglesia y a la prensa extranjera, hasta que por el desgaste que produce la espera -en lo que ellos son absolutamente magistrales, lo han probado durante 51 años- obligue a que nos olvidemos del tema cubano, y que los presos, las Damas de Blanco, así como los demás movimientos de demócratas, sean tragados por el vertedero cotidiano de la sobreinformación.
Raúl Castro vuelve a equivocarse, la oposición cubana se ha ganado un espacio permanente en el interés mundial. Personas como Bertrand Delanoë, alcalde socialista de París, así como una gran cantidad de personalidades del mundo artístico, cultural, e intelectual, y políticos de todas las tendencias políticas coinciden en que Cuba no puede continuar más bajo el mismo sistema que durante 51 años solo ha llevado miseria, opresión y falta de libertades al pueblo cubano.
Muchos coinciden en que la revolución que se hizo para mejorar y cambiar lo que había sido cambiado y empeorado en gobiernos anteriores, no ha hecho más que acabar con todo, y rebajar a niveles vergonzosos de existencia a un país que en lugar de ser un país subdesarrollado en 1959 era un país en vías de desarrollo. Un país que en los años cuarenta fue un ejemplo para América y para el mundo: de democracia y, en muchos casos, de desarrollo, comparado con lo que se vive desde hace ya más de medio siglo.
De cualquier modo, Raúl Castro sabe que, pase lo que pase, ha perdido al continuar obedeciendo a Fidel Castro, al no permitir que se hicieran cambios democráticos. Cuba sigue bajo una dictadura militar.
Todavía hay quienes se extrañan de la actitud de algunos representantes de aquellos que quieren pasar a un raulismo light, sobre todo de los artistas e intelectuales castristas que aún defienden lo indefendible. Siempre han existido, en cualquier dictadura ahí han estado, y no solo levantan su voz a favor del horror, además son ellos mismos el horror, forman parte de él cuando firman cartas de acuerdo con el fusilamiento de inocentes, o cartas de apoyo para que dure y se extienda la represión.
Con esas mezquinas posiciones no solo se sitúan del lado de la ignominia. Lo hacen a sabiendas de que han sido movidos por las bajas pasiones, por la necesidad de conseguir una vivienda mejor, por el permiso para adquirir un automóvil, por la autorización de un viaje para promocionar primero al castrismo, luego el disco, el libro, o lo que sea.
Estamos ante el toma y daca necesario para poder sobrevivir. El no aceptar semejante chantaje empujó a numerosos artistas e intelectuales cubanos al exilio.
He aquí que nos hallamos en el punto de compás de espera impuesto por los amos de Cuba, con un protagonista previsible, la Iglesia, que también ha probado que sabe esperar ad vitam aeternam para sus decisiones.
Zoé Valdés, escritora cubana, vive exiliada en París.
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